¿Una revolución?
Por Edelvis García Herrera
La educación no ha sido ni será prioridad para estos desgobiernos; y la situación crítica de nuestro sistema educativo no les preocupa; muy por el contrario, se regocijan-y no en el Señor- de tener un pueblo iletrado para de esa manera manipularlo a su antojo.
Invertir en educación conllevaría a producir un despertar colectivo de la conciencia nacional poniendo en juego los proyectos personalistas de seguir saqueando el erario público.
Por eso, para sepultar esas malsanas intenciones, se hace necesario iniciar una verdadera revolución educativa en la República Dominicana que se lleve consigo un modelo fracasado, obsoleto, infuncional y carente de una filosofía que produzca un tipo de ciudadano crítico, patriota y con una ascendente conciencia social y ecológica.
El modelo actual da a luz centenares de miles de bachilleres incapaces de insertarse en las labores productivas, carentes de destrezas y con penosos conocimientos humanísticos, científicos, artísticos, ecológicos y cívicos.
Nuestros bachilleres no pueden dominar ni siquiera un segundo idioma y no se les enseña a tocar el más simple instrumento, porque los centros educativos no poseen talleres de arte, ni es el objetivo del sistema formar jóvenes bilingües como en otros países. Lo mismo ocurre con el deporte, o en la investigación.
Una escuela realmente moderna requiere formar artistas, lo que reduciría la delincuencia, formar escritores, técnicos en todas las ramas, ecologistas; y para ello hay que transformar los liceos tradicionales en verdaderos centros de liberación; seres conscientes, amantes de la naturaleza, con verdadero espíritu patriótico y con una conciencia ciudadana.
Irse a las bases educativas es una prioridad, localizar a los mejores alfabetizadores, darles seguimiento, facilitarles becas, incentivarlos y mejorar sus condiciones de vida pagándoles un buen salario. Lo mismo en educación Básica y en la Media; ésta ultima se iría gradualmente transformando en politécnica.
La educación memorística, o las famosas “botellas” deben desterrarse, auxiliarse de técnicos de países donde ha habido grandes avances en materia de estrategias pedagógicas.
Pero hay que invertir como lo hace Bolivia (6.4% del PIB), Cuba (9.8 %del PIB); el presidente no se puede dar el lujo de violar constantemente las leyes como nombrar 320 subsecretarios de Estado cuando se establece sólo 57; o gastar 48 mil millones de pesos como lo hizo en la campaña reeleccionista sólo en un año; o tener nóminas de empresas que ya no existen (Dominicana de Aviación, INESPRE, Fábrica Nacional de Agujas, CORDE…) con más de 23 mil empleos ficticios.
Hay que erradicar los casi dos millones de analfabetos absolutos y los 6 millones funcionales, o sea, que leen, pero no interpretan. No podemos seguir en los últimos lugares en educación en el mundo, y ser el segundo país de América que menos invierte, después de Haití.
Y un bachiller no puede seguir con un nivel formativo promedio de sexto grado; en fin, para cambiar la sociedad se debe producir una verdadera revolución educativa.

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