POR SAMUEL GUZMÁN
Me refiero a los trabajadores del sector construcción, tanto los del sector público como los del privado. Dos casos en particular me impulsaron a escribir este artículo y debo confesar que me siento culpable porque siento que de haber reaccionado cuando sucedió el primero, quizás algún buen samaritano, de esos que por lo regular duran cuatro años en sus cargos, hubiera dispuesto medidas para evitar que se produjera el segundo.
Antes de plantear mi posición, los titulares que publicó El Nuevo Diario sobre los casos a los que hago alusión:
1. “Familiares de obrero que murió al caer en hoyo Cedimat exigen se reanude su búsqueda”.
2. “Olgo Fernández niega sean empleados del Indrhi obreros intoxicados en presa Tavera”.
El primero de los casos ocurrió a principios de agosto (el día 7) de este año cuando el pobre Juan Linares cayó en un filtrante mientras trabajaba en el Centro de Medicina Avanzada y Telemedicina (Cedimat). Las labores fallidas para intentar rescatar al pobre Juan terminaron el mismo día que su cuerpo desapareció, las razones, estas:
“En el país no existe actualmente el equipo adecuado para ese tipo de perforación, además el alto riesgo que involucraría introducir a una persona a esa profundidad para tratar de localizar un cuerpo que aparentemente ya está sepultado”, palabras del ingeniero a cargo de la construcción.
Y luego de leer esos tristes argumentos, me pregunté: ¿entonces el pobre Juan estaba trabajando, vaya usted a saber por qué cantidad de dinero, sin las medidas necesarias para garantizar su seguridad y sin que existiera la mínima posibilidad de evitar una desgracia?
Los encargados de la construcción me dirían otra vez, ¿pero usted no escuchó que no hay equipos para el rescate? Pues si no hay equipo para el rescate no debería haber obreros para su jod… obra; claro, eso podría ser así si algún ente regulador, que no piense simplemente en recaudaciones y que se centre en el valor humano, supervisara las construcciones y las medidas de seguridad antes de otorgar los permisos para el inicio de las mismas. Pero como no sucede así, el pobre Juan continúa hoy en el fondo del mismo agujero por el que desapareció a principio de agosto.
En otro caso tan triste como el primero, dos hombres han perdido la vida (José Ignacio Gómez Díaz, de 21 años y Brigido Acosta, de 28), mientras otros 24 luchan contra la muerte tras resultar intoxicados cuando trabajaban en túneles de los embalses Tavera-Bao ¿Cuáles han sido las reacciones de las instituciones estatales ligadas a la desgracia de los pobres obreros? Estas:
1. “Olgo Fernández niega sean empleados del Indrhi obreros intoxicados”.
2. “Egehid confirma que de los 26 intoxicados en presa Tavera-Bao solo dos son sus empleados”.
O sea que mientras estos hombres se mueren uno a uno, las dos entidades ligadas a los trabajos donde se intoxicaron se pasan la pelota para no asumir responsabilidades ¡Los pobres no tienen doliente!
Qué triste el final de Juan en Cedimat, así como el de José y Brigido en Tavera-Bao, ojalá que alguien se apiade de los demás para que no corran la misma suerte ¿Será coincidencia que pobre y perro inicien con P? Fuente El Nuevo Diario
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