Los teléfonos inteligentes se han convertido en un artilugio
imprescindible en el día a día con el desarrollo de todo tipo de aplicaciones
que facilitan el desarrollo de las actividades rutinarias, además del 'boom' de
las redes sociales o de juegos como el reciente 'Pokémon GO', fenómenos que han
hecho que los teléfonos inteligentes se usen a edades cada vez más tempranas.
Afecciones como la nomofobia, la cibercondría o el
denominado síndrome Google, son algunos de los problemas surgidos a partir de
la dependencia de las personas por internet y la tecnología móvil.
La ansiedad por no encontrar el teléfono móvil, no tener
cobertura o que el dispositivo se quede sin batería, se conoce como nomofobia.
Pero ni el “Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales” (DSM, en sus siglas en inglés, “Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders”) de la American Psychiatric Association (APA), ni
la Organización Mundial de la Salud, las reconocen como patologías al mismo
nivel que adicciones con sustancia como la ludopatía, pero es un hecho que los
trastornos derivados del uso de internet y la telefonía móvil son cada vez más
frecuentes.
Problema difícil de reconocer
Entre los trastornos derivados de la expansión de internet y
las nuevas tecnologías, destaca la nomofobia (del inglés nomophobia, “no mobile
phobia”), el miedo a estar incomunicado sin teléfono móvil, y que se
caracteriza por la ansiedad que provoca no encontrar el dispositivo, que este
no tenga cobertura o que se quede sin batería.
“No es algo que sea muy sobresaliente, la adicción a las
tecnologías no están recogidas en los manuales de diagnóstico, pero sí es
verdad que son casos que van llegando cada vez con más frecuencia”, reconoce el
doctor en Psicología José Antonio Molina a Efe, que como otros profesionales sí
ha recogido algunos casos, sus síntomas y tratamientos en manuales y libros
sobre adicciones.
"Los casos que llegan a consulta tienen que ver
principalmente con el uso de la telefonía móvil e internet por parte de
adolescentes, y son los padres los que acuden con frecuencia a buscar la ayuda
de los especialistas, aunque los casos en los que se reconoce tener un problema
son muy puntuales", según el psicólogo.
Las adicciones generadas por el uso de los 'smartphones' e
internet no están reconocidas como patologías, ni por la American Psychiatric
Association, ni por la Organización Mundial de la Salud.
“Reconocer que existe un problema, que se sufre una adicción,
siempre es complicado”, explica Molina, quien cree que la falta de datos al
respecto de estos trastornos relacionados con el uso de internet y el teléfono
móvil se debe a que es mucho más difícil admitir que existe una adicción cuando
se trata de una que no es tan evidente como las adicciones con sustancia (alcohol
o drogas).
Jose Antonio Molina participó en el primer estudio realizado
en España sobre los hábitos de las personas a la hora de utilizar el teléfono móvil.
"Aquel “Control de movilemía” reveló datos curiosos, como que un tercio de
los encuestados prefería perder un avión a su teléfono móvil o que incluso
manteniendo relaciones sexuales atendían al teléfono", comenta el
especialista a Efe.
Educar para prevenir
Internet se convierte en un riesgo cuando se pretende, de
forma obsesiva, que sea la solución a todos los problemas y la respuesta a
todas las preguntas, y deriva en casos de “cibercondría”, que consiste en
recurrir a la red para el autodiagnóstico de enfermedades y para encontrar los
posibles tratamientos, sin acudir al especialista, indica José Antonio Molina.
El doctor en Psicología José Antonio Molina destaca que el
reconocimiento de la existencia de un problema por la necesidad de usar el teléfono
móvil es aún más difícil que en otro tipo de adicciones.
"Las visiones más alarmistas apuntan a que el “síndrome
Google” podría derivar en una limitación de las capacidades intelectuales y una
modificación de la conducta de quien recurre para todo al buscador y deja de
hacer esfuerzo para memorizar datos o descarta hacer preguntas, para comprender
ideas o conceptos con la certeza de que la respuesta la encontrará más adelante
en internet", indica el experto.
La gravedad de la adicción a internet y al teléfono móvil “depende
del caso, de la intensidad con la que se lleva a cabo y la obsesión que se
tenga”, dice Molina, que con frecuencia acude a dar charlas educativas en
centros educativos para explicar los factores preventivos sobre la utilización
del teléfono móvil.
“No es frecuente que llegue alguien demandando tratamiento
porque diga “tengo una adicción al móvil o tengo una adicción a internet”",
insiste el psicólogo, quien explica que, cuando llega algún padre o madre
preocupado por la posible adicción de sus hijos, “se hace una labor
psicoeducativa con los adolescentes, con alguna sesión, aunque normalmente, por
la edad que tienen, no suelen estar muy concienciados con la existencia del
problema”.
Aunque la labor más importante se hace con los propios
padres, a los que se les proporcionan unas pautar para intentar reducir el
problema, por ejemplo, que “establezcan unos límites al uso de internet y de la
telefonía móvil, o para que promuevan otra serie de actividades gratificantes
que sustituyan la necesidad de usar el teléfono constantemente en sus hijos”.
Sobre el modo en el que la telefonía móvil afecta a las
relación de los usuarios con otras personas, Molina apunta que “hay
aplicaciones que fomentan una serie de relaciones personales pero, a ciertos
perfiles con menos habilidades sociales, les puede generar dificultad para
llevar a cabo una interacción en el cara a cara”.
“Hay cierta gente que no tiene capacidad para realizar
ciertas interacciones en el cara a cara y sólo es capaz de llevarlas a cabo a
través de algún tipo de dispositivo”, señala el doctor en Psicología, que sin
embargo reconoce como factor positivo en cuanto a las conductas sociales la
posibilidad de establecer y mantener contacto con otras personas.
El riesgo entre los más jóvenes
Para el doctor José Antonio Molina es importante plantearse “¿Para
qué?, ¿qué necesidad tienen los niños o los adolescentes de usar un teléfono móvil?,
tenemos qué saber para qué les vamos a facilitar estas tecnologías”.
“Los adultos somos modelos a ser imitados”, dice el experto,
alertando del riesgo de usar el móvil en exceso y caer en la dependencia, una
situación que, insiste, "se da sobre todo en adolescentes. Cuánto más jóvenes,
más uso inadecuado del móvil se hace”, señala.
El problema con el uso excesivo de los 'smartphones' es
evidente para Molina cuando, en charlas sobre la adicción a la telefonía móvil,
se encuentra a “padres que no paran de tocar el teléfono, no saben separarse de
él, aunque no creen tener una adicción si no que quieren evitar que sus hijos
tengan el problema".
“Si la persona llega a la adicción, el primer paso siempre
es que la persona identifique que está teniendo un problema, qué consecuencias
negativas le está generando esto, si se está distanciando de algún núcleo
social, si influye en su rendimiento de trabajo o académico o si está perdiendo
horas de sueño”, explica el doctor.
Estudiada la magnitud del problema, el tratamiento "empieza
por establecer medidas de autocontrol, desde controlar y limitar el tiempo de
utilización a generar actividades gratificantes, alicientes para reducir el
tiempo de conexión a internet o de uso de la telefonía móvil", indica
Molina.
No obstante el especialista es optimista y cree que “la gran
mayoría de la gente integrará las potencialidades que tienen las nuevas
tecnologías, que las tienen y muchas, para evitar que las adicciones vayan a más",
e insiste en la importancia de realizar una labor educativa “sobre todo cuando
dotamos a nuestros hijos de estas nuevas tecnologías para que sean conocedores,
tanto de las ventajas que tienen, y sobre todo de los riesgos que existen”. Fuente
7Dias.com
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