Los jugadores miraban al cielo, el público reía y el narrador probablemente tuvo que inventarse una descripción especial para la ocasión. Porque, seamos sinceros, ¿qué otro país puede darse el lujo de tener una chichigua interviniendo en un partido profesional?
Mientras en otros países llaman al FBI…
En otras latitudes, un incidente así quizá activaría un protocolo de emergencia. Llegarían bomberos, policías, drones y un escuadrón de expertos. Aquí no. Aquí lo resolvemos con la calma tropical de quien está acostumbrado a que la vida sorprenda a cada rato.
La cometa pasó por el estadio como quien pasa a saludar, provocando una de esas pausas que solo en Latinoamérica tienen sentido. Y es que, más que un accidente, fue un recordatorio de lo que somos: espontáneos, creativos y con una capacidad única para convertir cualquier momento en una anécdota para toda la vida.
La pelota dominicana: donde todo puede pasar
Si algo enseñó esta chichigua intrusa es que en nuestra pelota todo es posible. Los juegos no solo se deciden en el montículo o el bate; también en el cielo, donde a veces una brisa traviesa decide aportar su granito de arena.
Al final, el partido continuó, la cometa siguió su rumbo y todos quedamos con una historia más que contar. Porque aquí, cada jornada deportiva viene con su toque especial, ese que ningún otro país puede imitar.
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