Por: Julián Morillo
Pocos personajes de la historia de Bonao han generado en su amplio andar tantas anécdotas como el fenecido educador y poeta Marino García (E.P.D.). La mayor parte de ellas está ligada a su labor magisterial y al rigor que ponía en ésta.
En mi caso particular, como su alumno y luego compañero de centro, no conozco ningún educador que haya puesto tanto empeño en que sus alumnos escribieran de acuerdo con las normas gramaticales y con una caligrafía “dibujada”, como el Prof. Marino.
En una ocasión llamó a la pizarra a un estudiante oriundo de Juma para que leyera el himno nacional en voz alta. El joven alumno resultó tartamudo (gago), lo que dificultaba una lectura fluída. Así decía: Quis-quis-quiqueyanos va-va-valientes al-alcemos
El maestro se ponía rojo de ira:No, señor, no. Ahí no dice quis-quis en ninguna parte, por Dios! Empiece nuevamente. Quis-quis-quis-quisqueyanos va-va-va-valientes a-a-a-al-alcemos.
Así, el joven alumno, lejos de mejorar la lectura, cada vez se mostraba más tartamudo, producto de la presión, y el maestro le exigía una y otra vez leer correctamente.
Ya cansado y sin lograr que el alumno leyera con fluidez, el Prof. Marino le inquirió:
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Óigame, y cuándo es que usted va a leer bien?
El joven miró en toda dirección, tragó en seco, respiró profundo, y le
respondió:Cu-cu-cuando usted ca-ca-camine derecho.(Por si alguien no le conoció: el maestro adolecía de una cojera parcial)
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