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El Duarte de metal

Por Edelvis GARCIA H.
Cada 26 de enero, fecha del natalicio de Juan Pablo Duarte, escuchamos una paranoica diarrea de discursos evacuados por los politiqueros que pretenden, como en los tiempos del trujillismo, explotar la imagen del fundador de la nuestra nacionalidad, siempre en provecho de sus intereses grupales. Pero si se estudia a fondo el ideal y el accionar del Patricio, es seguro que el pueblo no se dejaría arrastrar por la demagogia y el populismo de los personeros que mal nos dirigen, pues éstos constituyen la antítesis o la negación de lo que debe ser un verdadero duartiano.
Y digo esto con toda propiedad, porque si partimos de los valores de Duarte, nos percatamos fácilmente de lo afirmado. Por ejemplo, él fue honesto a carta cabal, desinteresado y puso al servicio de la Patria sus bienes, sólo esperando como premio el de ver a su pueblo independiente, feliz y tranquilo. Era su mejor regalo.
Sin embargo, observemos cómo los politiqueros tienen en la política la vía más rápida y fácil para enriquecerse ellos con sus grupos, y que luego crean poderosas corporaciones mafiosas, dueños de medios, de lenguas vendidas, de sicarios, controladores del la justicia y las leyes; que con una sola orden ponen en libertad a los más grandes desfalcadores, asesinos y demás lacras sociales.
Son esos mismos, que constituidos en asociaciones de malhechores, van a las tribunas a vomitar discursos de elogios al patricio. Sí, ésos que compran conciencias, cometen fraudes, crean componendas para hipotecar el país, lo endeudan lo desfalcan y, además, exhiben todos sus privilegios, al tiempo que el grueso de la población vive en la más espantosa miseria en medio del desorden, el crimen y la impunidad.
Ese Duarte del que ellos nos hablan, es el de metal; es el que quieren los corruptos. Un Duarte de los parques y de los arreglos florales; no el Duarte que se opone a la entrega del territorio y al endeudamiento porque afecta la soberanía; no el Duarte de la igualdad social en donde gobernantes y gobernados deben someterse al imperio de la Ley; no quieren al Duarte antiimperialista, en contra de toda dominación extranjera, ya fuera francesa, española, o estadounidense. Ellos han creado un Duarte a su antojo.

Y lo “pintan” enemigo del pueblo haitiano para confundir; para usar su nombre en tiempos electorales, cuando se sabe perfectamente que el Patricio nunca sintió odio en contra de nuestros vecinos sino que apuntaba sus cañones a la clase dominante, criminal y ambiciosa del otro lado de la Isla.
Pero nosotros, la parte sana, aspiramos al Duarte vivo; al Duarte que nos habla de la independencia de los poderes y de la soberanía popular; el amigo de la institucionalidad y del respeto irrestricto a la Ley, el Duarte justo y democrático, jamás el de metal.
Ese Duarte vivo es el que debemos rescatar y enarbolar su ideal que de seguro no aguantarán los corruptos oportunistas los cuales caerán fulminados por terribles infartos.




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