Por Edelvis GARCIA H.
Y digo esto con
toda propiedad, porque si partimos de los valores de Duarte, nos percatamos
fácilmente de lo afirmado. Por ejemplo, él fue honesto a carta cabal,
desinteresado y puso al servicio de la Patria sus bienes, sólo esperando como
premio el de ver a su pueblo independiente, feliz y tranquilo. Era su mejor
regalo.
Sin embargo,
observemos cómo los politiqueros tienen en la política la vía más rápida y
fácil para enriquecerse ellos con sus grupos, y que luego crean poderosas
corporaciones mafiosas, dueños de medios, de lenguas vendidas, de sicarios,
controladores del la justicia y las leyes; que con una sola orden ponen en
libertad a los más grandes desfalcadores, asesinos y demás lacras sociales.
Son esos mismos,
que constituidos en asociaciones de malhechores, van a las tribunas a vomitar
discursos de elogios al patricio. Sí, ésos que compran conciencias, cometen
fraudes, crean componendas para hipotecar el país, lo endeudan lo desfalcan y,
además, exhiben todos sus privilegios, al tiempo que el grueso de la población
vive en la más espantosa miseria en medio del desorden, el crimen y la
impunidad.
Ese Duarte del que
ellos nos hablan, es el de metal; es el que quieren los corruptos. Un Duarte de
los parques y de los arreglos florales; no el Duarte que se opone a la entrega
del territorio y al endeudamiento porque afecta la soberanía; no el Duarte de
la igualdad social en donde gobernantes y gobernados deben someterse al imperio
de la Ley; no quieren al Duarte antiimperialista, en contra de toda dominación
extranjera, ya fuera francesa, española, o estadounidense. Ellos han creado un
Duarte a su antojo.
Y lo “pintan” enemigo del pueblo
haitiano para confundir; para usar su nombre en tiempos electorales, cuando se
sabe perfectamente que el Patricio nunca sintió odio en contra de nuestros
vecinos sino que apuntaba sus cañones a la clase dominante, criminal y
ambiciosa del otro lado de la Isla.
Pero nosotros, la
parte sana, aspiramos al Duarte vivo; al Duarte que nos habla de la
independencia de los poderes y de la soberanía popular; el amigo de la
institucionalidad y del respeto irrestricto a la Ley, el Duarte justo y
democrático, jamás el de metal.
Ese Duarte vivo es
el que debemos rescatar y enarbolar su ideal que de seguro no aguantarán los
corruptos oportunistas los cuales caerán fulminados por terribles infartos.

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