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Anhelo de inmortalidad en Don Miguel de Unamuno

Por: Jesús Santiago Restituyo, MA

Conocido el planteamiento  unamuniano sobre la muerte y conforme con su juicio: “La cultura helénica descubrió la muerte y descubrirla es descubrir el hambre de inmortalidad”. Supongo que estarás pensando que a la muerte nadie la descubre, estás en lo cierto. Se descubren las cosas que están escondidas y la muerte nunca lo ha estado. 

A los pensadores helénicos históricamente les han atribuido como descubridores de “todos” los comienzos de lo que se refiere al pensamiento humano,  debido a que ellos se les has considerado los iniciadores de la sistematización del pensar humano. La muerte es consustancial  al hombre, desde que éste existe, muere. Por tanto, no es correcto decir que los helénicos o griegos descubrieron la muerte. 

Pasemos a considerar el anhelo o deseo de eternidad en el pensamiento unamuniano. Henos aquí, pues, ante el gran tema del pensador bilbaíno, el que resume y condiciona todo su filosofar y al que aboca toda meditación ontológica frente a la existencia: el tema de la inmortalidad del alma como única posibilidad de trascendencia existencial. 

No cabe preguntar cuándo aparece, porque es consustancial de su primera preocupación inteligente desde casi la adolescencia, diríamos desde que la crisis religiosa que determina su separación del catolicismo familiar y tradicional. Este anhelo es su inquietud ante el vivir finito y humillado del hombre en su temor a la nada; en su afán por descubrir el secreto de la muerte, se encuentra ya la semilla dudosa que ha de dar frutos más tarde hasta convertirse en gran problema. Si la vida es temporal, si la muerte cierra definitivamente la vida y si más allá de la vida temporal no sobresale una conciencia auténtica y trascendida que se proyecta hasta Dios en alguna forma, vivimos en perenne agonía. 

Unamuno toma como punto de partida para la inmortalidad del alma tres proposiciones de la ética spinoziana y en función de ellas va a presentar su pensar al respecto. Las tres se resumen diciendo que la esencia del hombre es su esfuerzo por perseverar, es decir, por prolongarse en lo inacabado del tiempo. Este anhelo de inmortalidad  nos lleva al sentimiento trágico de la vida, ya que si bien deseamos no morir nunca, sabemos con dolor que tenemos que morir. 

De ahí surge el sentimiento trágico de la vida, la agonía del cristianismo; su lucha por sobrevivir a su propia muerte. En fin luchar por salvar su inmortalidad. Concluyamos esta entrega con la siguiente cita de Unamuno: “Lo que en rigor anhelamos para después de la muerte es seguir viviendo esta vida, esta misma vida mortal, pero sin sus males, sin el tedio y sin la muerte”. (Sentimiento Trágico de la Vida T. VIII  P. 245). Si deseas saber cómo resuelve, nuestro pensador, su anhelo de inmortalidad; te lo diré en la próxima entrega.

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