El municipio de Salvaleón de Higüey amaneció como ningún 20 de enero de los últimos 50 años: poca gente en las calles, la explanada y los laterales de la basílica con ausencia total de personas y vehículos, menos negocios y ofertantes de alimentos, crucifijos, pulseras, velones y otros artículos típicos de la zona y de la ocasión.
Un inusual silencio, ambiente agradable y limpieza caracterizaban el lugar.. .una brisa fresca evocaba la tradición mariana. El aleteo de las banderas nacional y del Vaticano frente a la majestuosa estructura de concreto era lo único en movimiento frente al templo, y se movían impetuosamente emitiendo un fuerte y llamativo golpe de cola cada vez que el viento las batía.
Lo que para la fecha de cada año es un mar de almas con promesas a cuesta, ahora es un desierto de silencios que presagia algo grande. La iglesia, es decir la gente, no está como es costumbre en el templo y su entorno, pero hay quienes desafiando el peligro del contagio van al santuario y desde lejos, detrás de la verja, se acercan a razones de su fe y alzan sus brazos para alabar a la madre de Dios-hombre.
Fuente Diario Libre
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