EL DÍA cumple hoy doce años de fundado. Nos parece apropiado, a manera de reflexión, repetir aquí el llamado Credo del Periodista, escrito por Walter Williams, quien fue durante muchos años director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Misurí.
Dice así:
“Creo en la profesión del periodismo.
“Creo que el periódico es una demostración de confianza pública; que todos los relacionados con él, en el grado pleno de su responsabilidad, son depositarios de confianza pública; que la aceptación del chantaje o del soborno es una traición a esa confianza.
“Creo que el pensamiento claro y la expresión clara, la exactitud y la equidad son fundamentales para el buen periodismo.
“Creo que el periodista sólo debe escribir lo que crea en el fondo de su corazón que es cierto.
“Creo que es indefendible la supresión de las noticias por cualquier consideración que no sea el bienestar de la sociedad.
“Creo que nadie debería escribir como periodista lo que no se atrevería a decir como caballero; que no es posible eludir la responsabilidad individual alegando como disculpa las órdenes de otro o los dividendos de otro.
“Creo que los anuncios, las noticias y las columnas editoriales por igual deben servir al interés de los lectores; que debe prevalecer para todos una norma única de verdad y limpieza.
“Creo que el periodismo que más triunfa es el que teme a Dios y honra al hombre; el que es vigorosamente independiente y no se deja persuadir por el orgullo de la opinión o la codicia de poder; el que es constructivo y tolerante, pero nunca descuidado; el que es paciente y respetuoso de sus lectores, pero nunca temeroso; el que se indigna al momento por la injusticia; aquel que en su ánimo no influyen las pretensiones del privilegio; el que aspira a dar a todos los hombres una oportunidad igual; el que, siendo profundamente patriótico, fomenta al mismo tiempo la buena voluntad internacional; un periodismo de la Humanidad, del mundo de hoy y para el mundo de hoy”.
Hasta aquí el Credo. Solo nos resta asumirlo como propio, llevarlo aferrado al corazón y tener siempre la fuerza necesaria para aplicarlo en todas las circunstancias de nuestro ejercicio profesional.
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