Por E. García Herrera
Una revolución educativa requiere de voluntad férrea; con una visión y objetivos claros y definidos, por lo que los centros no deben ser simples cajones de aguantar muchachos; más bien, han de ser espacios para la formación de artistas plásticos, bailadores folklóricos, dramaturgos; de escritores, donde se fomente la creación literaria y se entreguen obras a los alumnos pues las mismas son inalcanzables por los altos precios, y las bibliotecas casi siempre permanecen cerradas, estoy seguro que con el fomento de la lectura se irá cambiando el esquema mental del de la violencia por el de la paz.
Lo mismo sería de gran utilidad la utilización de recursos para importantizar el medio ambiente; una asignatura que produciría una sostenida y ascendente conciencia ambiental, pues es notaria el grave problema de los desechos sólidos que contaminan ríos, playas, y enferma nuestra gente.
En otro orden, no menos importante sería la revalorización de nuestros grandes hechos históricos y sus héroes, profundizar en sus acciones; hacerlos vivos, y para ello debemos extirpar el método memorístico, donde se recita sin conciencia, subestimándose la razón, lo crítico. Acercar a nuestros alumnos a los museos, a las viviendas donde vivieron los patriotas; acercarlos a sus descendientes, es vital; Pero para ello se debe drogarse recursos y así cada centro educativo realizaría al menos dos excursiones en cada semestre a lugares de interés histórico.
Es urgente además poner coto en el hechos de cómo se están irrespetando los símbolos patrios: banderas sucias que amanecen arriadas, otras en las persianas colgando como se ve en el distrito municipal de Los Quemados, que ni de eso se ocupan sus representantes; hay además, que conocer las letras del Himno, su contenido, y llegar a un estado de comprensión y de respeto.
Además, La filosofía de la educación debe revisarse y cambiarse. Pensar sobre los hechos. Aprender a parir ideas tal como lo planteaba Sócrates en su Mayéutica. Razonar. Trabajar con talleres y pensar por qué estamos celebrando todavía las masacres de los conquistadores con su mal llamado descubrimiento; los orígenes de los prejuicios; cómo eliminar el racismo que se reforzó en el trujillismo; sobre el respeto a la diversidad; del porqué estamos sub-desarrollados; y luchar para que no haya impunidad cuando se malversan los recursos del 4%.
Los directores distritales y el ministro de Educación Amarante Baret saben de la malversación; que existen botellas; ellos las colocan y sobre pueblan algunos liceos de personal, otros carecen de ellos; gentes nombradas y que no se presentan, y las cubren, tal como ocurre en el legendario Dr. liceo Elías Rodríguez; el cual se encuentra dominado por la clientela, el centralismo, la falta de transparencia el tráfico de influencia de sus dirigentes, muy especialmente por Simeón Lantigua; saltarín de la política que cambia de color según la coyuntura.
La corrupción existe en el manejo de los recursos en el sistema, y además de las botellas, se ha denunciado la sobreevaluación de las tierras para la construcción de los centros; sin embargo, a nadie se investiga.
La ADP debe jugar su rol y plantear qué hacer con esos casos; a qué tipo de ciudadano/a aspira; qué tipo de educación debe implementarse; y cómo mejorar el nivel de preparación y de vida de sus miembros, porque con maestros en condiciones de vidas deterioradas, no podrá avanzarse. Sabemos, por ejemplo, que el sistema de salud adolece de grandes debilidades; que existen problemas de acceso a una vivienda, de becas y otras facilidades para seguirse preparando.
Confío que la ADP dará, al menos en esta región, su clarinazo.
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