Cien años atrás las crónicas daban cuenta de un “milagro”.
Tres pastorinhos -diez, nueve y siete años- aseguraban que los días 13 de cada
mes mantenían un encuentro con la Virgen María, la madre de Jesús, el hijo de Dios
para los cristianos. En sus apariciones, les comunicaba también que el 13 de
octubre de 1917 expondría las razones de sus recurrentes visitas a todo el
pueblo, que se reunió para presenciar ese evento sobrenatural.
Esa fecha, más de 40 mil habitantes del pueblo y de
los alrededores se hicieron presentes para ver la señal que vendría del cielo. El
día era lluvioso, pero a la hora acordada, las nubes se disiparon y apareció el
sol. “¡Milagro!”, gritaron todos los vecinos de Fátima, Portugal. Los niños se
llamaban Lucía Dos Santos y Francisco y Jacinta Marto. Estos dos últimos serán
canonizados durante la próxima visita del papa Francisco el 12 y 13 de mayo al
santuario portugués.
Ambos murieron poco después de las apariciones que
conmovieron al país. Francisco en 1919 y Jacinta en 1920. La epidemia de gripe
terminó con sus vidas. Antes, padecieron las burlas y persecuciones de varios
de los habitantes que no creían en sus relatos. Lucía sobrevivió a los males de
la época y tomó los hábitos. Ingresó en el Convento Santa Teresa, en Coimbra. Moriría
mucho después, en 2005. Fue ella quien escribió “los tres secretos de Fátima” que
habían sido transmitidos a los tres, certificados y autorizados por la
Congregación de la Doctrina de la Fe del Vaticano.
Los dos primeros fueron dados a conocer en agosto de 1941.
El tercero, al que sólo los sucesivos pontífices tuvieron acceso pleno, fue
hecho público por Juan Pablo II en mayo de 2000. Había sido escrito en 1944 por
Sor Lucía y revelado 83 años después.
Primer y Segundo secreto
¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir,
pues ya tengo licencia del Cielo. Los representantes de Dios en la Tierra me
han autorizado a ello varias veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma.
conserva una de ellas, del R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en que me
manda escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación
del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no alargar más ese escrito que debía
ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a Dios la oportunidad de un
momento más favorable.
Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda
que, desde el 13 de junio al 13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición
todo se desvaneció.
Ahora bien, el secreto consta de tres partes
distintas, de las cuales voy a revelar dos.
La primera fue, pues, la visión del infierno.
Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que
parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las
almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma
humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas
mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados,
parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni
peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía
estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y
asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a
nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de
llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que
hubiésemos muerto de susto y pavor.
Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora
que nos dijo con bondad y tristeza:
Visteis el infierno a donde van las almas de los
pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción
a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas
almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender
a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche
iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de
que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre
y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a
pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora
de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá
paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y
persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre
tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi
Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se
convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.
Tercer secreto de Fátima
Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917
en la Cueva de Iria-Fátima.
Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis
por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima
Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos
visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con
una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía
iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que
Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando
la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia,
Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a como se
ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de
Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a
otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada,
en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de
alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una
gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante,
apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que
encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a
los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon
varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras
otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas
seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos
brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal
en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella
las almas que se acercaban a Dios.
La carta de Juan Pablo II y la interpretación de la
Iglesia
El papa Juan Pablo II envío una carta a Sor Lucía el 19
de abril de 2000. En ella le pedía que atendiera al obispo Tarcisio Bertone
quien la entrevistaría para conocer más respecto a este tercer secreto. “Puede
hablar abierta y sinceramente con Bertone que me referirá sus respuestas
directamente a mí”. Karol Wojtyla quería saber más respecto a la revelación de
Fátima. El 27 de abril, se encontrarían.
Tiempo después de haber interpretado y releído el “tercer
secreto”, Joseph Ratzinger -quien después se convertiría en el sucesor de Juan
Pablo II como papa y renunciaría para dejarle su lugar a Francisco-, escribió un
“comentario teológico” tratando de explicar la revelación de la pastorinha.
“Quien lee con atención el texto del llamado tercer ’secreto’
de Fátima, que tras largo tiempo, por voluntad del Santo Padre, viene publicado
aquí en su integridad, tal vez quedará desilusionado o asombrado después de
todas las especulaciones que se han hecho. No se revela ningún gran misterio;
no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia de los mártires del
siglo apenas transcurrido representada mediante una escena descrita con un
lenguaje simbólico difícil de descifrar. ¿Es esto lo que quería comunicar la
Madre del Señor a la cristiandad, a la humanidad en un tiempo de grandes
problemas y angustias? ¿Nos es de ayuda al inicio del nuevo milenio? O más bien
¿son solamente proyecciones del mundo interior de unos niños crecidos en un
ambiente de profunda piedad, pero que a la vez estaban turbados por las
tragedias que amenazaban su tiempo? ¿Cómo debemos entender la visión, qué hay
que pensar de la misma?”, relató el por entonces cardenal Ratzinger, ex refecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Entre las interpretaciones que se hicieron respecto
al “tercer secreto” uno fue discutido entre los emisarios del Papa y la
protagonista. El hombre vestido de blanco no es otro que el Sumo Pontífice,
quien es víctima de un ataque con arma de fuego. El pasaje de la revelación
recordó el atentado que sufriera Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981. En
aquella oportunidad el papa diría que “una mano materna guió la trayectoria de
la bala” salvándole la vida. Años después se conocería que Sor Lucía coincidiría
con él.
Fuente: http://www.infobae.com
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