Por Edelvis García Herrera
Hace
unos meses que realicé un trabajo de
campo y pude percatarme de la enorme cantidad de calles, avenidas, barrios y
plazas con nombres de personajes funestos, u y otros intrascendentes, mientras que
valiosos personajes están en un gris
anonimato.
El
trabajo de campo lo hice llegar en
físico y digital al grueso de los regidores de Bonao y al mismo alcalde Darío
Rodríguez; y sin embargo, esto no parece importarle.
Porque
¿cómo es posible que existan aún vías
llamadas La Jagüíta; Santo Cura;
Las Mercedes, Los Cocos, Embajada, Isabel la Católica, Guacanagarix Peña
Batlle; Kennedy; Ovando,
Barinas; Central, El Sol, la San Carlos, La Privada, El Conde…?
¿Por
qué no hay una plaza o avenida con el nombre de Manolo Tavárez, el líder la
organización más significativa del siglo XX denominada 14 de Junio?
¿Qué
pasa con Don Pedro Mir, gran poeta nacional, luchador antitrujillista y figura
de alto relieve patriótico? ¿Con José
Jiménez (Ventorrillo), que adjunto a Fernández Domínguez, Juan M. Román, Capocci…, muere al intentar tomar el Palacio Nacional?
Y
aun más: ausentes están José Antonio
Núñez, personaje que tomó Radio Televisión Dominicana, y luego de voz locutoril
en la guerra de abril; y Aníbal Aquino,
soportes de las luchas democráticas a través de su emisora radio Bonao.
También
excluidos los médicos humanistas Muñoz, Aquino, Luna; el Prof. Egidio Velázquez, maestro, escritor y
ecologista; también Randolfo Núñez, ambientalista y figura básica en la guerra
patria del 65; su primo Napoleón Núñez,
y Mario Grateraux.
Pensemos
en el teniente Román Peralta, piloto que se negó a bombardear a los
guerrilleros del 63, y que prefirió exiliarse en Puerto Rico; similar al piloto
Polanco, de Bonao, que también se negó, pero en contra de los expedicionarios
del 59.
César
Federico Larancuent y Domenech Russo, inmolados
en la expedición del 1959; en Picky Lora, la combatiente revolucionaria que inició hace pocos años el rescate de Bahía de
las Águilas, en mano de vulgares mafiosos.
¿Por
qué no reivindicar a los primeros rebeldes negros que se alzaron por la
libertad de su raza como Sebastián Lemba y Diego de Ocampo, o al gran Olivorio
Mateo, mítico personaje que enfrenó la ocupación yanqui del 1916?
¿Pero qué pasa con los humildes activistas culturales
como el folklorista balairín Pedro Carrasco (Pedro Miopía); o careteros como Malín Bidó y Ramón Ramírez?
¿Y qué espera la sociedad para exigir el nombre de
Luis Días, compositor y folklorista de
esta provincia, y el del maestro de las
artes plásticas Don Cándido Bidó?
La
rotulación y organización de calles, se alojaría en la memoria social del
pueblo si se realiza una agresiva campaña publicitaria, distribución de
folletos, cine-foro; bustos de los personajes y fiestas merengueras,
atabaleras; y otras manifestaciones. Pero para esto se necesita voluntad y
visión.
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