Por Juan C. de la Cruz
Vivir en una nación con la
penosa condición sociopolítica que la nuestra (República Dominicana), genera
tristeza, desesperación e impotencia.
La médula del problema no es
la rampante maldad que genera basta inseguridad, sino la corrupción gubernativa
que pervierte la justicia y el derecho. El nivel de perversión en nuestra
estimada nación es tan escandaloso que de no ser por organismos extranjeros,
las vacas sagradas y los monos vestidos de ceda nunca serían si quiera
molestados.
Bueno, en verdad hay que
decir que los horrendos escándalos que involucran esas vacas y monos sólo se
ventila cuando los yanquis resultan afectados. Si fuera Brasil o cualquier otro
reino, nada se haría.
Ah, y si no fuera por
honorables ciudadanos como Nuria y Alicia, quizás nadie sabría nunca nada. Es
un misterio que estén vivas. Monos vestidos de Ceda como Figueroa, Quirino y
Cesar son elevados al pedestal de vacas sagradas. Sus prebendas superan
cualquier posible acuerdo bilateral o institucional.
Al final, la inseguridad y
la impotencia no son el resultado de que haya muchos o pocos malos. Al fin y al
cabo, la Biblia nos recuerda: "N hay bueno, ni siquiera uno". El
meollo del problema se desprende de la perversión de la justicia y el derecho.
Esto genera caos, desorden y más corrupción.
La perversión del derecho en
nuestra nación, para nadie es un secreto, alcanza los más burlescos niveles de
impunidad para los monos que se visten de ceda, los que son convertidos, como
por arte de magia, en vacas sagradas. Pesa aquí el conocido refrán: "Por
la plata baila el mono".
Eso sí: "El mono aunque
se vista de Ceda, mono será".
¡Dejadme ayudar!
¿Cómo podemos remediar el
problema?
Primero. El problema no es
individual, es institucional, del orden sistémico. En todo el planeta, es una
regla de oro, los hombres somos malos. De nuevo, "no hay justo, ni
siquiera uno" (Romanos 3.10). Entonces, el problema no es individual.
Segundo. La justicia y el
derecho son recursos constitutivos y sistémicos. Y el problema es institucional
y sistémico.
Tercero. Aunque todos somos
malos, la clave y la solución siempre descansará en honrar la bondad y exaltar
a los mejores, del mismo modo que castigar la maldad en su justa medida.
He aquí el Consejo del
Sabio:
"No tuerzas el derecho;
no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los
ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos."
(Deuteronomio 16:19)
Y he aquí también la
sentencia divina:
"‘¡Maldito el que
pervierta el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda!’. Y todo el
pueblo dirá: ‘¡Amén!’". (Deuteronomio 27:19)
No hay norma más clara,
justa y cristalina que LA LEY DEL SEÑOR. No se debe pervertir el derecho. Toda
nación que lo ha pervertido, ha caído. Así seguirá sucediendo. ¡El Señor vela
por eso!
Lamentamos que la
institucionalidad dominicana esté tan infectada y pervertida. Lamentamos lo
lejos que esté un saneamiento o cura, humanamente hablando. Nuestros líderes no
son los mejores. Dan fe de ser bucaneros y filibusteros, y hasta piratas
malvados. El asunto es tan serio que hasta un sargento se puede comprar un
helicóptero y un mono vestido de Ceda puede construir una torre.
¿Qué debemos hacer entonces?
1. Busque al Señor en tanto
que el puede ser hallado; llámalo, el está cerca. Lea la gloriosa Biblia y
sométase a sus preceptos, como hicieron los pueblos mas nobles de la historia.
Hasta una ley tenemos que nos ordena leer la Biblia, a parte de estar en el
centro de nuestro emblema nacional.
2. Al elegir (votar), escoja
lo mejor. La bondad siempre se mide por la moral personal, conyugal, familiar y
laboral. Un fracasado en su hogar nunca debería dirigir los puestos de más
nobleza, es un peligro. La sexualidad cuenta. Es imposible que alguien con
perversiones sexuales llegue a ser un buen líder o administrador.
3. Si usted dirige o
administra, busque el consejo de los más sabios. El gobierno nuestro debería
buscar consejo en hombre como el pastor Núñez, el pastor Otto Sánchez,
etcétera, hombres muy sabios. Los congresistas, jueces, fiscales, altos mandos
y demás dirigentes deberían tener consejeros piadosos y temerosos de Dios
igualmente.
4. No toleremos la maldad,
ni la impunidad ni la perversión de la justicia. Hagamos todo esfuerzo posible
por que sean destituidos los legisladores corruptos, los jueces perversos y los
fiscales corrompidos. Les pagamos para legislar y velar por el derecho. En su
ausencia, hay que castigarlo duramente.
Aunque no parezca, las
sociedades tenemos mucho poder de decisión. No dejemos que los peores imperen.
No cenamos trajes de ceda a los monos. Nunca comulguemos con que los monos, aunque
se vista de ceda, sean convertidos en vacas, y mucho menos, en vacas sagradas.
¡Dios nos ayude!

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