La Prensa De Ahora TV HD - EN VIVO 24/7

Caribe y Ei Soi, Caribe y Ei Soi…!!!

Por Yoni Cruz

Vivíamos -mi familia y yo- camino al río en la última casa en el sendero hacia el Masipedro ruidoso y fresco de entonces. Era yo un muchacho de 8 ó 9 años, y veía pasar a otros niños montando caballos y mulas cargados con un saco a cada lado repleto de arroz recién cortado. Enjutos los niños, de mirada cansada, sucios de fango, sin camisas, comiendo limoncillos o mangos, según la temporada.Me llamaba la atención la libertad que ellos tenían de andar solos, montados encima de esos fuertes animales, que -luego de depositar su preciosa carga a orillas de la carretera Duarte- regresaban a todo galope, luciendo felices.Papá era un campesino que decía que no era necesario estudiar, porque “lo que un hombre necesitaba era ser honesto y trabajador”… Yo no aprendí ni la “o”, y nunca he pasado hambre, ni ustedes tampoco”, solía responder cuando mamá insistía en que estudiar era nuestra única opción de progreso en el futuro.Las opiniones de mi padre no las emitía por mala fe, sino por ignorancia, pues él también fue un niño-hombre, que, montado en burros o labrando la tierra, debió invertir el tiempo de jugar y estudiar en trabajar para otros, ya fuese su familia o un particular.Un día le comenté, al ver pasar a los muchachitos “echando gabelas” al galope sobre los cansados caballos, “así me gustaría a mi correr en un caballo”. Peró él, que no tenía muy buen humor ni vocación de lidiar con niños, fue sentencioso al responder mi deseo: “esos muchachos están trabajando, no como tú, que no haces nada. Ya esos muchachos se ganan hasta un peso por día”.No dije nada. Pero por vergüenza o por ilusión, me dije: “tengo que conseguir un trabajo, tengo que ganar dinero”. Y así fue como, a esa edad, me atreví a ir a una finca que estaba frente a mi rancho (rancho le llamábamos a la choza de yaguas y varas de Juan Primero o grayumbo que nos servía de hogar), y una vez allí le pedí a Danilo, el encargado, que me diera trabajo.Miró hacia abajo, a este atrevido cabezón, y sonrió. Me inquirió “¿y haciendo qué muchacho; aquí no hay trabajo para niños”. Pero estaba determinado a obtener “un puesto”. Le respondí: “puedo limpiar la lechería después que ordeñen las vacas, y ayudar a echar la melaza, o moler la yerba en la máquina…”. Imagino que para quitarse de encima mi insistente petición, accedió a darme “un chance”. La paga sería dos pesos por semana.




0 comentarios: