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¿Mercaderes de la palabra, o el mercado público?

Por Edelvis García Herrera

Bonao luce abandonado. Sus calles principales están deterioradas y se han vuelto muy comunes  los vertederos improvisados. Sus aceras están arrabalizadas, obstaculizadas, maltrechas…
Y por  la irresponsabilidad de las autoridades, los hospitales viven saturados de pacientes  afectados por enfermedades fácilmente prevenibles como el dengue, o el cólera.
Por ejemplo, un lugar como el mercado, al cual acudimos cotidianamente la gente común y corriente a proveernos de los alimentos básicos porque no tenemos acceso a las tiendas departamentales, es sólo un deprimente panorama, foco de enfermedades, lo que constituye una vergüenza nacional.
En México pude ver ejemplos admirables de verdaderos mercados: plazas organizadas, amplias, gigantes, abarrotadas de frutos hermosos, sanos limpios y a precios realmente populares. Pero al ver muchos mercados de mi país, y muy especial el de mi Bonao, me  embargó una profunda tristeza, y más reflexioné sobre el desprecio que se siente aquí por los más pobres.
 Al síndico Alberto Marte, y su corte de adulones traficantes de la miseria, no le  interesa la salud del pueblo, ni y mucho menos a los gobernadores, legisladores o presidentes títeres que nos gastamos.
El síndico debería renunciar por su pobre y vergonzosa gestión, que sólo ha amordazado la prensa y a seudodirigentes populares por obritas y prebendas. Lo mismo que hace el perverso peledeismo con su banda de mafiosos. Pero más: el síndico viola la ley al no darle intervención a la comunidad en la toma de decisiones con en el llamado presupuesto participativo. Todo esto con la complicidad de una Sala Capitular que debería irse a su casa también.
El Ayuntamiento no da informes claros al pueblo sobre el manejo de sus recursos. Mas los saltibanquis de la palabra deforman la realidad en los medios de comunicación y endiosan al alcaide municipal.
Ellos saben lo que ocurre en el mercado porque  la sangre corre  por las aceras,  y sobre las espaldas de los mocetones semidesnudos, sudorosos, los cuerpos de los cerdos que van dejando su estela sobre la destartalada calle. También se observan  casuchas, cordilleras de basura, plumas mezcladas con vísceras que producen una terrible hediondez. Sin embargo, la gente por allí merodea, camina,  sin ningún asombro.
Es tiempo pues de que Bonao se organice y exija con firmeza y vehemencia un verdadero mercado público.
 
 
 
 

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