Por: Edelvis García Herrera
Para
establecer reglas en la frontera no hay que matar veinte mil
haitianos al estilo Trujillo, ni
copiar fórmulas del balaguerismo, o del vinchismo nazinalista; tampoco iniciar
rabiosas deportaciones masivas como
forma de venganza por el lío de los huevos
y los pollos; pues con esa acción en la coyuntura actual, Migración sólo
enciende la llama del odio y la sinrazón contra
ese humilde pueblo, victima también de un
sector político- comercial haitiano,
responsable de lo que ocurre aquí y allá.
Y
es que me preocupa que casi todos los
comunicadores arremetan ofensivamente
contra los
descamisados haitianos, sin ir al fondo del problema, llevando confusión, terror y un sentimiento que origina odio y rechazo; acto éste
de irresponsabilidad que engendra violencia verbal y física.
Lo
correcto es investigar sobre las causas reales de los
problemas de Haití, (saqueo de los países imperiales, las dictaduras, la
quiebra de su aparato productivo, las mafias
que operan), no quedarse en lo superficial; dejando el manoseado y
absurdo cliché de que los haitianos son
malagradecidos, saqueadores, y otros
feos epítetos.
Y no
pasa un día sin escuchar la cantaleta de siempre: “que las mujeres
parturientas en los hospitales”, “que le hicimos una universidad”, “que fuimos
los primeros en llegar cuando el terremoto”, (¿y no estamos más cerca coño?);
sin embargo, Haití estuvo con nosotros hasta
en la guerra restauradora siendo su colaboración determinante en lo económico, en armas, y en
territorio, que sirvió de refugio.
Recordemos
que en 1930, durante el ciclón San
Zenón, los haitianos nos dan su mano amiga, y durante la contienda
de abril de 1965, un importante comando participa activamente buscando la vuelta de Bosch al poder, y contra la
aciaga ocupación yanqui, entonces me pregunto: ¿Cuántos dominicanos de esos
patrioteros de un momento, falsos duartianos, se atreverían a dar la vida por
la patria como el poeta haitiano Jacques
Viaux Renaud? Viaux, quien mutilado de
una pierna por un disparo, y moribundo dijo a un compañero: “Dígale a los
dominicanos que me perdonen porque voy a llorar; me duele mucho”.
Pero
reflejémonos en el ejemplo de Cuba que ha asistido al pueblo haitiano con miles de
médicos y medicamentos, antes y después del terremoto; que sus patriotas
estuvieron en Angola por más de diez años donde derramando su sangre por
liberar ese remoto país africano del
imperialismo belga; que ha otorgado
miles y miles de becas en su prestigiosa Universidad a casi todo el mundo… ¿Y Venezuela con su solidaridad inmensa para
Latinoamérica, se vanagloria? ¿Enrostra?
¿Muestra engreimiento?
Promover
la solidaridad, la hermandad y el amor entre los dos pueblos es la vía; el
respeto mutuo, reconociendo con humildad los aportes de uno y otro, sin jactancia
o pedantería… Saber que aquí se reciben los haitianos pero que ellos son
también un soporte vital de la economía dominicana… ¿No hay más espacio, Ruddy?

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