Por: Edelvis García Herrera
Un día, Anacaona recibió en sus tierras a Ovando y su grupo; y,
gentilmente, empezó su tributo con maniobras, frutas, licores del cacicazgo de Jaragua; además, de que
trescientas niñas vírgenes les bailaron
areitos, los cuales eran narradores de sus tradiciones. Pero avanzada la fiesta, el
comendador, con una señal, ordenó a los
jinetes que se lanzaran sobre la multitud a la que acuchillaron sin respetar edad ni sexo. Posteriormente apresaron a la reina y la ahorcaron.
Este tipo de acciones eran comunes en la isla, y los casos
de los genocidios en Jaragua, Higüey y
el Santo Cerro, son tan sólo una
muestrecita; y posiblemente no sea
extraño que todavía en el país se celebre el 12 de octubre, pues la presencia
española de tres siglos y piquito en la
isla, y el trabajo de los gobiernos y sus instituciones, incubaron en la nación las celebraciones de leyendas, ritos, tradiciones,
acontecimientos de su cultura, festejando el “descubrimiento” casi al estilo España de Francisco Franco, dictador
canchanchán de Trujillo. Sí, del
Trujillo acomplejado que se avergonzaba
de las raíces negras, y enarbolaba su admiración a la llamada “madre patria”, reforzando
los festejos del 12 de octubre.
Observemos también el
colosal Faro a Colón en donde se gastaron miles de millones de pesos para
celebrar los 500 años del acontecimiento en 1992, en uno de los gobiernos
balagueristas.
A España podrían lucirle sus fiestas; pero aquí no, pues “barrieron” a los indígenas y los sometieron a
duros trabajos mineros; les echaban los perros devoradores de sus genitales y tripas; esos indígenas
que veían vomitar el fuego de los arcabuces, muertos igual en las patas de los caballos y en la
búsqueda de oro pulmón en los ríos. Otras veces ahorcados y
quemados en sus
aldeas; violadas las niñas,
y las mujeres frente a sus maridos, transmitiéndoles así enfermedades venéreas.
Frustraciones de infelices, que angustiados, preferían
suicidarse, tirándose por los despeñaderos; o dando de tomar bebidas
abortivas a sus parejas.
Sin embargo, la violencia no la sufrieron sólo los de esta
isla quisqueyana, sino que la sangre producida por los europeos bañó
el continente; y grandes civilizaciones
como la inca y la azteca, pasaron del
esplendor al atraso, la ruina, la muerte…
Los aztecas con su
del imperio de sorprendentes
construcciones de ciudades, plazas ceremoniales, pirámides, poseedores de conocimientos en astronomía, matemáticas, medicina;
con un control absoluto de las enfermedades y buenas cosechas, a pocos
años de la llegada de del conquistador, pasó a la ruina absoluta.
La grandeza azteca fue aniquilada por la
traición de Hernán Cortés, quien, recibido por el emperador Moctezuma de manera
amigable, creyendo que era el dios Quetzalcóatl venido del cielo, terminó
asesinado con una estaca en el ano.
También en el pueblo mexicano
de Cholula, a traición realizaron la más
horripilante carnicería humana que se
prolongó durante dos días en donde volaban brazos, orejas, cabezas; y las
espadas despedazando cuerpos, y los arcabuces vomitando fuego en medio de los llantos.
Los charcos de sangre asemejaban gigantescos pozos, en medio
de los cuerpos despedazados de hombres, mujeres, niños y ancianos, y dejó cerca
de seis mil muertos en nombre de las vírgenes, santos y dioses de los
españoles.
En el caso dominicano, el 12 de octubre debería ser un día
de resistencia y lucha; un viaje de
regreso a las costumbres indígenas y negroides. Y por fortuna muchas escuelas toman estos últimos y los
incorporan a las fiestas, aprendiendo uno así de los pocos vestigios dejados.
Desde
la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), los grupos sociales, los
activistas culturales, historiadores, sociólogos, comunicadores..; en fin, la todos los
que pensamos que debe cambiarse la visión del 12 de octubre, debemos elevar
nuestra voz para que el Ministerio varíe ese rumbo el con relación a esa
efemérides, que tendría sus efectos, obviamente, en una gran parte de los
maestros que siguen esa senda equivocada
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