Por: Edelvis García Herrera
La liberación
nacional de la que hablaba Juan Bosch en
los años setenta, no podía llevarse a cabo y sostenerse a través de las
elecciones, y de llegar al poder por esa vía, debía defenderse en cualquier terreno, y
desmantelarse la retrógrada estructura militar trujillista, algo recomendado por el gigante Manolo Tavárez.
Por ejemplo: Si
Cuba pudo mantener su Revolución, fue porque pudo defender con el pueblo y las
armas su logro socialista. ¿Pero por qué no se pudieron sostener los gobiernos
liberales de Jacobo Arbens (Guatemala), Allende (Chile), o el de Juan Bosch?
Bueno, un
proyecto liberal en las décadas de los sesenta y setenta, que no fuera del
agrado gringo y de las oligarquía
criollas, era sólo posible concretarlo y sostenerlo con líderes de
ideas y de armas; y eso posiblemente lo sabía Juan Bosch que, aunque haya
estado involucrado en Cuba en algunas conspiraciones décadas atrás, él no era
hombre de esa estirpe, demostrado cuando el coronel Fernández Domínguez le pidió
en el 63 su autorización para barrer a los golpistas que lo tenían preso, a lo
que se negó.
Bosch tampoco
apoyó la guerrilla de Caamaño del 73, y al enterarse que un grupo del PRD se
preparaba para involucrarse en ella,
lo desmanteló; hecho aclarado por Claudio Caamaño, uno de los guerrilleros, cuando dice:
“Los norteamericanos fueron donde Bosch, lo presionaron y éste rompió con
Caamaño, luego viajó a Santo Domingo a sacar los cuadros y echar para atrás el
proyecto”.
Y no satanizo a Bosch por no ser de
armas; muchísimos ciudadanos comunes tampoco
lo somos; cuestiono que una rama del PLD quiera pintarlo hasta tragabalas
guerrillero, pues se sabe que el PLD estaba compuesto por pequeños
burgueses de la izquierda moderada, y que no estuvo nunca en guerras, siendo una
fábula pensar que en su seno se
estuviera gestando una revolución armada.
Aquí, el único que
podía llevar a cabo un proyecto de liberación nacional en los setenta, era
Caamaño; pero la vacilación de Bosch y la división de la izquierda, lo impidieron.
El PLD quería
llegar, y le era más fácil pactar con el
mismo diablo si quería lograrlo; además,
en la práctica, siempre le temió a Balaguer, al que no enfrentó ni siquiera
cuando en un fraude colosal le arrebató las elecciones en 1990.
Pero José Israel Cuello, dirigente del Partido
Comunista, no sólo pensaba que Bosch le temía a Balaguer, sino “que los dos
eran pitcher y cátcher en la política”, coincidiendo con Oscar Valenzuela, un
cercano al Docto, que dice: “Ningún dirigente reformista podía atacar
a Bosch sin recibir una reprimenda de Balaguer; di unas declaraciones
contra Bosch; pero éste se quejó con el Presidente, y mi líder se incomodó, lo que me llevó a desaparecerme del
mapa por dos o tres meses.”
Se deduce entonces,
que la unidad del PLD y el reformismo balaguerista en el
vulgar frente racista, trujillista y retrógrada, dizque patriótico, que
le cerró el paso a Peña Gómez en el 1996, no fue obra del azar: Balaguer había
salvado la vida a Bosch de la ira de Trujillo cuando era embajador en México; y
en el 66 Bosch, en unas elecciones viciadas, sin posibilidad de triunfo,
legitimó al Doctor tras la presión de la
CIA gringa.
Cierto que Bosch era austero, sin ambiciones, con ideas de liberación; cierto que había
centenares de militantes buenos, soñadores y hasta pensaban tal vez en
levantarse; pero Bosch los frenaría. Y
también es cierto que el caudillo estaba
rodeado de corruptos reprimidos, y que éstos, una vez en
el poder, abrieron la compuerta al fraudes, al sicariato, al tráfico de drogas,
el secuestro de las instituciones, la impunidad, privilegios, robos; siendo el
PLD el caldo, la síntesis de los peores
vicios socio-políticos, y el que más ha pervertido a la nación en toda la historia republicana usando
descaradamente los recursos del Estado.
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