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La Iglesia y su preocupación por los pobres


Por  Jesús Santiago Restituyo, MA         

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Seguimos con la Doctrina Social de la Iglesia católica (D.S.I.) y los siete principios básicos de la misma.

II.  Promover la familia.  En la presentación anterior nos referimos al primer principio: Respetar la persona humana. Vimos que la Iglesia defiende la vida en sus diferentes manifestaciones. Ahora nos referimos al segundo principio, promover la familia; donde la persona humana se desarrolla y se evidencia la real defensa de la misma y al tercer principio, proteger los derechos patrimoniales, haciendo hincapié a manera de introducción a la propiedad privada contra la afirmación de considerar al Estado dueño de todo. 

 El Estado, como el nuestro, no es garantía de que vayan a distribuir justamente los bienes adquiridos por medio del trabajo, del esfuerzo y el compromiso de todos.

La persona humana no es simplemente un individuo, sino que también es miembro de una comunidad. Si no reconocemos el aspecto comunitario caemos en un individualismo radical. Un entendimiento íntegro de la persona considera los aspectos sociales del individuo. La primera consideración social, en orden e importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad. 

La Iglesia reconoce, por tanto,  que la familia es el centro de la sociedad. Si la familia anda mal la sociedad también andará igual. Es así que está opuesta a que las familias sean explotadas y vivan indignamente,  por eso propugna por un salario justo acorde con la canasta familiar, por una educación adecuada y que responda a las exigencias del país y el mundo, por  la salud, la vivienda, y por otros beneficios necesarios, como son la energía eléctrica, agua potable… 

Sin embargo, la paz y la felicidad de la familia no se da exclusivamente con el sólo bienestar económico, hay que ir más allá. Debe existir armonía entre el ser y la naturaleza, como lo plantea el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Si” y sobre todo, armonía de su ser con Dios. La ambición desmedida y arrolladora donde lo material, los bienes económicos, el poder, son las causas de la infelicidad, ya que hace del hombre un ser ansioso, tenso e insatisfecho y esta insatisfacción se refleja en la familia. 

La  D.S.I. se afana con insistencia porque las familias vivan valores que las lleven a formar individuos que luchen por una sociedad justa, honestas y que aporten al desarrollo de la misma.

III. Proteger los derechos patrimoniales. La doctrina social de la Iglesia desde la Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII pasando por la encíclica Centesimus Annus (1991) del Papa Juan Pablo II, hasta la Laudato Si (2015) del Papa Francisco ha defendido el derecho a la propiedad privada contra la afirmación de que el estado debería ser el dueño de todas las cosas. Tres razones para defenderla :

    Primero, porque cada uno es más solícito en gestionar aquello que con exclusividad le pertenece que lo que es común a todos o a muchos, puesto que cada cual, huyendo del trabajo, deja a otros el cuidado de lo que conviene al bien común, como sucede cuando hay multitud de servidores; segundo, porque se administran más ordenadamente las cosas humanas si a cada uno le incumbe el cuidado de sus propios intereses, como dice el refrán: “el ojo del amo engorda el caballo”; sin embargo, reinaría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente; tercero, porque así el estado de paz entre los hombres se mantiene si cada uno está contento con lo suyo. Por eso vemos que entre aquellos que poseen en común y de manera colectiva algunas cosas se suscitan más frecuentemente contiendas o pleitos. 

Sin duda que la propiedad privada propicia el capitalismo e incentiva las riquezas individuales en una minoría haciendo que estos se aprovechen de la mayoría a la  que esclavizan, envilecen y lo sumen  en una vergonzosa pobreza. 

Esta es la crítica principal que hacen los pros socialistas políticos en contra de esta posición de la Iglesia. La Iglesia entiende que para que una sociedad sea igualitaria donde no haya pocos que tengan mucho y muchos que no tengan nada que deben distribuirse los bienes del Estado equitativamente considerando como principio básico el bien común. 

Hasta la próxima entrega.

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