Por : Amaury Polanco Aybar
Los que ya teníamos edad para votar en un
torneo partidarista en 1978, recordamos perfectamente el panorama virulento que
nos tocó vivir, debido a la obsesión de un hombre por continuar sentado en una
silla que él mismo calificó como de “ALFILERES”; pero parece que dicha silla
disponía de unos amortiguadores secretos que impedían los pinchazos incomodos y
por el contrario producían un efecto placentero a quien hacía uso de ella.
Como si hubiese sucedido ayer,
guardo en mi memoria la desesperación asfixiante del mandamás y la cáfila
circundante compuesta de 300 nuevos millonarios, cuando por instinto natural,
sentían a su alrededor el preludio de una derrota inminente en las urnas
electorales. Así sucedió exactamente: pero una acción descabellada de los
perdedores, por un tris, no desembocó en una tragedia nacional de consecuencias
imprevisibles.
Afortunadamente, después de una
tensa calma, todo retornó a una relativa normalidad.
Han
transcurrido 42 años desde esos traumáticos eventos, y hoy se presenta un
escenario electorero, que, aunque no en esencia, sí presenta ciertos matices
comparativos con aquella época y circunstancia. La diferencia fundamental de
estos dos momentos de nuestra historia, radica en la demostración de fuerza y
terror militar de aquello años con la ausencia aparente del involucramiento
directo de uniformados en este 2020. Dios permita que continúe así.
La similitud de aquel período y
el actual lo constituye el afán de los encumbrados en la pirámide del poder por mantenerse
indefinidamente saboreando las mieles del panal producidas por un gobierno indulgente e indolente en el
despilfarro incontrolable de las riquezas que pertenecen a todo un pueblo que
paga impuestos, beneficiando solamente a un grupúsculo de funcionarios
privilegiados que en 20 años han ascendido de la nada, a una opulencia
sonrojante, y que hoy se aferran como garrapatas tratando por todos los medios
impedir su desplazamiento.
Ahora
en el pueblo se siente el poder del temporal que arropó al país en el 78, con
el mismo deseo e intensidad de arrasar con un estado de cosas inaguantables que
no esperan un minuto más para revertir lo males que afectan al pueblo
dominicano en la esperanza de un futuro mejor. Quien no lo perciba de esa
forma, es un ciego, un fanático o un loco, que para el caso resulta lo mismo.
1978-2020: ¡DOS ORDENES Y DOS
FACTORES QUE NO ALTERARAN EL PRODUCTO!.... hasta la próxima.
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