Por Edelvis García Herrera
“Loable y ejemplar es el diputado Fidelio Despradel,
el único que ha renunciado a todos
privilegios: barrilito, cofrecito, viáticos, seguridad, y demás
prebendas”.
-Expresión del Pueblo-
La dificultad para construir un hospital en Bonao
tiene su explicación en la demagogia, la insensibilidad y la corrupción que se traga el presupuesto
para enriquecer a una perversa clase
política; además de los intereses
económicos de los negociantes de la salud
que obstaculizan la obra.
Y mientras tanto nuestro valioso pueblo ve morir a
sus hijos por falta de medicamentos,
atenciones y hasta de ambulancias, las cuales se pueden ver estacionadas en las
oficinas de Félix Nova, el Dr. Fabián, del también oportunista trepador Modesto
Díaz y de la Dra. Fernández; quienes las han usado para sacar ventajas
politiqueras en base a la miseria y las
necesidades de los oprimidos.
Pensemos cuántos fallecidos deja la carencia atenciones y de medicamentos; o por un banco de sangre; o por enfermedades tan
sencillas y prevenibles como el dengue, o chikungunya…; pero, ¿cuántos
telemaratones y pedidos por las calles
se hacen al año para poder tratarle una enfermedad catastrófica algún infeliz?
Sin embargo, a
los beneficiaros del desorden en la
salud pública, no les interesa la
construcción de un hospital; les es más
fácil sentirse enviados de Dios que vienen como ángeles a “salvar” al pueblo
usando los recursos del Estado a través del barrilito, cofrecito y otras formas
de corrupción, facilitadas a los legisladores.
Está claro que la clase parasitaria que nos desgobierna es
inoperante, sin voluntad; y sus intereses particulares prevalecen por encima
de los colectivos.
Y ahora a lo
del Marchena se agrega el ingrediente de que el Gobierno ha quebrado al Estado.
Y no importa el crecimiento económico, ni el aumento de los precios a los alimentos, a las medicinas, a la gasolina,
al gas…: el dinero no les da para llenar
las ambiciones de la más peligrosa mafia que ha “gobernado” el país desde 1844;
negadora de un derecho constitucional
elemental.
Y es negadora
porque la Carta Magna en su Art. 61 establece que “el Estado debe velar por la protección de la salud de todas las personas, y
garantizarles medicamentos y atenciones; el acceso a agua potable, el
mejoramiento de la alimentación, los servicios sanitarios, las condiciones
higiénicas, saneamiento ambiental, y procurar la prevención y tratamiento de
todas las enfermedades.”
Pero nada de esto es casualidad; ¡Noo!: el Gobierno
busca exonerar al Estado de su responsabilidad; y caminar a millón hacia la
privatización de la salud.
Finalmente, el pueblo debe saber que “no debe
mendigar un derecho ni pedirlo, sino arrebatarlo”, tal como lo expresó José
Martí, Apóstol de Cuba; y entender que ya no puede esperar con
paciencia de monje la construcción de un hospital digno, equipado, así como el
HOM de Santiago, o el traumatológico de El Pino; centro éste que iba que construirse en Bonao; pero que fuerzas oscuras e intereses
particulares se movieron para impedirlo.
¡Ahí sí son grandes!
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