Por Edward Chá
República Dominicana es el único país con el
dudoso honor de tener una biblia en la Bandera Nacional. El otro día estallé de
la risa al leer, en ese pedazo de papel denominado Constitución, que nuestro
Lema Nacional es ¨Dios, patria y libertad¨ (Art. 34) y que cada nuevo
Presidente y Vice debe juramentar por Dios al asumir sus cargos.
Todos lo han hecho, por eso nuestros gobernantes
han contado con el aval del altísimo para gobernar. Y, a la luz de los resultados,
sería mejor buscar otro testigo.
No abordaré la cuestión de por qué se incluye
una figura de ficción en un libro de leyes, cosa tan absurda como incluir leyes
en un libro de ficción. Me remitiré a por qué en el escudo de la Bandera
Nacional habita una biblia sólo por capricho de nuestro padre fundador, quien
era un hombre de su tiempo y a la moda en todo el sentido de la palabra. Mas,
los tiempos avanzan y, así como la gente dejó de andar en carroza, ya no busca
soluciones a sus problemas orando y pocos creen en serpientes parlantes o en
arcas con las dimensiones para albergar a toda la fauna global.
¿Cómo se identificarán los ateos con ese
simbólico trozo de tela si en el escudo lleva un libro que consideran pura
patraña? ¿Y los homosexuales, a los que las Santas Escrituras juzgan
merecedores de candela de ultratumba? ¿O a los descendientes de extranjeros?
A medida que esos grupos continúen
organizándose empezarán a exigir neutralidad, y una vez lograda nos pareceremos
más al Estado Social y Democrático de Derecho que nos jactamos de ser, y menos
a una vulgar teocracia.
No faltan los ingenuos que afirman que la
presencia de la biblia en la Bandera Nacional nos protege y ampara, que por eso
los huracanes se desvían y el terremoto del 2010 solo afectó el lado oeste de
la Isla, donde se sacrifican niños en “rituales satánicos”; individuos que al
parecer ignoran que al salir a la calle en este país se enfrenta una triple
amenaza: si no son los delincuentes los que te atracan, son los policías, y si
no son los delincuentes ni los policías, las chapiadoras.
Eliminar las alusiones a seres mitológicos en
lugar de coartar derechos, expande los derechos de los que practican otra
religión o ninguna, como país respetuoso de la libertad de consciencia que
somos, en teoría. Además de que es un modo de reivindicar a nuestros
eternamente olvidados antepasados taínos, que fueron exterminados por los
cristianos, tal como versa aquel poema de Neruda:
Enarbolando a Cristo con su
cruz /los garrotazos fueron argumentos/tan poderosos que los indios
vivos /se
convirtieron en cristianos muertos.
Conviene sacar a Dios de la bandera, de las escuelas y
los juzgados…Por algún lado hay que empezar. El que lo quiera conservar que lo
conserve en su imaginación, a “Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
César”, la misma Biblia lo dice.
El Estado debe mantenerse neutral a estas
cosas y no adoptar posturas más propias del Medioevo que de la Sociedad
Contemporánea; y porque además los
símbolos patrios no son ETERNOS, y una vez establecidos pueden y deben ser
modificados para adoptarlos a los valores y principios de la época, en este
caso el siglo XXI.
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